La negociación como proceso de crear valor (primera parte)

Los procesos de cambio se han hecho tan veloces y complejos que requieren nuevas formas de procesamiento.

Por Enrique Fernández Longo

Los procesos de cambio se han hecho tan veloces y complejos que requieren nuevas formas de procesamiento debido a la interdependencia de los actores.

Ya no se puede negociar con paradigmas antiguos, basados en situaciones estáticas, con roles fijos y visiones competitivas primarias. Esta situación genera un nuevo concepto para ver a las empresas, el de provisoriedad. Las razones principales son la aceleración del cambio y la vastedad y relatividad del conocimiento.

La empresa no es lo que creíamos. Las personas han pasado al primer plano de la escena. El mercado se dilata y se segmenta al mismo tiempo. Toda esta fascinante convulsión, esta suerte de torbellino, es la nueva normalidad, la administración cotidiana de la crisis, en la que se van reemplazando creencias, conocimientos, relaciones, caminos a recorrer.

Nadie puede darnos recetas que nos provean seguridad, pero podemos compartir algunas reflexiones que nos permitan salirnos de ciertas respuestas automáticas que fuimos almacenando bajo el nombre de «experiencia» y recrear una mirada de asombro para explorar con humildad y entusiasmo el paisaje inédito e infinito de eso que llamamos realidad. La Negociación Efectiva constituye una metodología de abordaje de esa realidad nueva acompañados por aquellos que complementan lo que nos falta, los «otros negociadores».

Vivir en sociedad es con-vivir. Vivir con otros.

Una empresa es un conjunto de recursos inanimados (sin ánima-sin alma) que pueden organizarse y potenciarse únicamente a través de las personas. Co-laborar, laborar con, implica comunicarse y relacionarse con personas. Las personas son lo animado (con alma) que puede tener una organización. Esa empresa, esa organización, tiene sentido para poder realizar un conjunto de tareas complejas que uno no puede hacer individualmente en soledad.

Así como la sociedad de nuestra experiencia anterior era el pueblo, la ciudad, la provincia o la nación, la empresa que conocíamos era los dueños y el personal que trabajaba lo hacía en “relación de dependencia”.

Cuando los satélites pueden fotografiar nuestra geografía y distinguir con precisión objetos del tamaño de una pelota de tenis; cuando con la televisión por cable o por satélite podemos ver y escuchar en directo a personas e idiomas que se convierten en habitantes permanentes del living de nuestra casa; cuando podemos conectarnos con bancos de datos de los principales centros científicos del mundo a través de la computadora o del celular, y por otro lado las cotizaciones de las acciones de todos los rincones, generan estímulos y comportamientos cambiantes, cuando el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial o el Club de París, tienen tanto que ver con el manejo de nuestra economía, no sería sensato seguir definiendo a la sociedad de la misma manera.

La ecología, el SIDA y el narcotráfico, el terrorismo y las pandemias influyen cotidianamente en nuestras vidas.

Con la empresa ocurre otro tanto. Los clientes, los proveedores, los sindicatos, el gobierno, los medios de comunicación y la opinión pública, tienen tanto peso real en la marcha de la empresa, que sería absurdo dejarlos afuera o no intentar tenerlos como aliados.

Cuando analizamos a las personas que integran eso que llamamos «el personal», nos ocurre lo mismo. La porción de los éxitos y los fracasos que producen cotidianamente con su actitud, su aptitud, sus especialidades, sus ganas y sus no ganas; sus miles de maneras de negociar, comunicar, relacionar, omitir y olvidar en una red dinámica y difusa de interacciones, pone en evidencia que tenemos que redefinir esa entelequia que llamamos empresa y sus “recursos personales”.

Cuando juntamos lo descripto, nos resulta una trivialidad que un fenómeno en ebullición vital y en muchos casos caótico, lo sigamos representando con la pobreza y la arbitrariedad de una pirámide. En ese universo de factores que ayudan o perjudican a la realización de un conjunto casi infinito de tareas, el mayor potencial y la mayor dificultad la aportan las personas con su inteligencia, su sensibilidad, sus emociones, sus creencias, sus juicios, sus prejuicios, sus conocimientos, sus enfoques positivos y negativos.

Esas personas «son» la empresa. Son las que le dan vida, aún en aquellos casos en los que se escudan detrás del concepto. Por esa razón es tan importante negociar de una manera diferente a la que ha sido prevaleciente hasta ahora. Porque hemos pasado de situaciones de dependencia estáticas a situaciones de interdependencia dinámicas, que bien administradas, se pueden convertir en interpotencia.

COMENTARIO SOBRE EL AUTOR Y SU PENSAMIENTO:

El autor de este artículo, Enrique Fernández Longo, es una autoridad reconocida en temas de negociación y comportamiento organizacional, con el cual tuve oportunidad de trabajar en la gestión de un conflicto empresario de alta complejidad.

En esa experiencia pude conocer, entender y poner en práctica su mensaje acerca de la forma más enriquecedora de la negociación, con excelentes resultados (y un aprendizaje para toda la vida …).

Quería compartir este artículo con Uds. porque creo que el futuro (su futuro) va a transitar por claves como las descriptas por Enrique.

Aprovecho para recomendarles uno de sus libros “La negociación inevitable” (breve y de lectura muy amena), muy útil en el ámbito de los negocios y en todos los aspectos de la vida.

Oscar Goberna

16-09-2020